martes, 18 de febrero de 2014

Rodrigo Cáceres Céspedes, Ciclismo Sin Fin



Arquitectos: Rodrigo Cáceres Céspedes
Ubicación: Pencahue, Región del Maule, Chile
Área: 30.0 m2
Año Proyecto: 2013
Fotografías: Patricia Albornoz Avendaño, Rodrigo Cáceres Céspedes

Profesor Guia: Mauricio Ramírez Molina
Cálculo: Prof. Patricio Lara Ditzel, Ingeniero Civil, Prof. Raúl Alcaíno Fuenzalida, Ingeniero Civil.
Inspección Técnica De Obras: Prof. Cristian Palma Valladares
Topógrafo: Rafael Gutierrez Bustos, Ingeniero en Construcción.
Participantes Construcción: Jaime Bustos,Paulo Moya,Rafael Gutierrez, Carlos Kubat,Orlando Cáceres,Rodrigo Cáceres.
Costo: 5.179.522 pesos chilenos


Descripción de los arquitectos. Un refugio para la práctica del ciclo-turismo en el territorio.
“El afán por hacer deporte en el territorio, en este caso ciclismo de montaña, ha sido la motivación para concebir un dispositivo itinerante que permita maximizar la experiencia del ciclismo al aire libre, sea en su forma de pasatiempo, entrenamiento, competencia o turismo. Este dispositivo es el prototipo de un refugio para ciclistas, adaptado a un territorio determinado: el Valle Central de Chile.

En el marco de una hipótesis que se validará con el tiempo, este dispositivo también ha permitido prototipar una nueva actividad que, metafóricamente, hemos denominado “Ciclismo Sin Fin”. Y es que, en el contexto global y de cara al desarrollo, Chile no sólo quiere ser potencia minera o agroalimentaria, sino también turística. Para alcanzar este objetivo se necesita innovar proponiendo nuevas formas de disfrutar y operar económicamente en el territorio y así crear valor. Por tanto, si “la copia feliz del Edén” nos fue dada, si ya está, no queda más que decir que el balón ya está en el campo de juego y más aún, está en nuestro lado, en el equipo de los arquitectos: ¿Estamos dispuestos a perder el partido?”

Proyecto.
El proyecto es un auto-encargo, en el marco del proceso de Titulación de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, que incluye una actividad deportivo-recreacional, un territorio, un dispositivo y un servicio (cuya síntesis es una “experiencia”) que ha derivado en una oportunidad de emprendimiento personal, en una frontera difusa entre la industria del turismo y la industria de los deportes.
He aquí la mezcla que permite construir la experiencia: tome un grupo de ciclistas y su capacidad de desplazarse de manera ininterrumpida sin la necesidad de volver al punto de inicio en el mismo día; sume un territorio con un tamaño y una diversidad tal que puede hacer pasar al grupo de ciclistas por varios paisajes y situaciones distintas en ese mismo día o en varios días; agregue un dispositivo que les sirva de partida y meta, pero también de lugar de descanso y encuentro; únalo todo con un diseño logístico simple pero efectivo que haga que el grupo de ciclistas o sus amigos vuelvan cada otoño, primavera o verano a recorrer el territorio mientras practican un deporte o hacen turismo. Así, esta experiencia es distinta según el punto de vista: el del deportista, donde el territorio se transforma en una compleja pista de entrenamiento que presenta como telón de fondo el paisaje reconocido desde la bicicleta; el del turista, que sale a recorrer ese territorio percibiendo el sol, el viento y el paisaje desde un nuevo ángulo y a una nueva velocidad.









Aproximaciones.
Como primera aproximación surge la idea de colocar una marca claramente singular en el territorio, cuyo objetivo no es sólo hacer aparecer los diversos recorridos efectuados por los ciclistas y/o aficionados a las bicicletas sino, y por sobre todo, hacer aparecer una actividad emergente que se encuentra en plena eflorescencia y que habla de nuevas formas de disfrutar “nuestra copia feliz del Edén”.
La segunda aproximación tiene que ver con las grandes distancias que se recorren practicando el ciclismo y que crean la necesidad de poder contar con un dispositivo que amortigüe el fin de la jornada y que facilite el descanso para luego comenzar con un nuevo desafío. Es así como deben ser incorporadas las funciones mínimas que permitan reponer las energías y resguardarse de la intemperie.
La tercera aproximación apunta a la transportabilidad. Debe ser una estructura que en su justa escala sea mucho más cómoda que una carpa pero lo suficientemente transportable para ser montada-desmontada-montada por un equipo reducido de personas, que en ningún caso serán los ciclistas pues su rol en esta (diseñada) experiencia es hacer ciclismo sin fin en el territorio.
La cuarta aproximación apunta a la maximización de estar en el paisaje. Por una parte los lugares de emplazamiento del prototipo en el territorio deberán ser tales que no se recorrerá dos veces el mismo tramo en una misma expedición y por otro, en la escala próxima, el prototipo deberá actuar en parte como mirador, parador o intervención que permita no solo contemplar el paisaje, sino crear un lugar en él. De esta forma se cumple mínimamente pero coherentemente con el hecho de haber insistido en sacar al ciclista del recorrido finito, sea un velódromo o una pista acondicionada.
La quinta aproximación está en función de la creación de un sistema. Varios prototipos pueden ayudar a crear los puntos suficientes para una topología tal que múltiples grupos de ciclistas puedan recorrer simultáneamente el territorio, en un ir y venir que maximiza su presencia como actividad deportiva, recreacional o turística.


Prototipo.
Un paralelepípedo deformado progresivamente a través de varias operaciones explica la forma. El quiebre en la planta y la adición de algunos planos tienen como fin delimitar funciones y hacer aparecer el acceso, el guardado de las bicicletas y un gran espacio de descanso y mirador. La doble piel que otorga un mayor espesor espacial a la envolvente no solo tiene una función climática, sino también recoger el efecto de solidez de la tela opaca y el efecto de desvanecimiento que la traslucidez de la tela micro-perforada entrega ante la luz y el paisaje.
Una combinación de piezas de acero y aluminio para la estructura facilita el armado del sistema y otorga la resistencia estructural necesaria para soportar el peso propio, las cargas de uso y las cargas de viento provocadas por la tela.
La operación de facetar las caras mayores del volumen en triángulos más pequeños tiene como fin conseguir vértices y planos de tela más definidos y rectos dando como resultado la textura general de la fachada. Se han agregado 2 patas deslizantes regulables que permiten instalar el volumen tanto en un sitio plano así como en un sitio en pendiente, ampliando con ello los lugares en donde efectuar los puntos de detención y maximizando la posibilidad de emplazar el dispositivo en puntos con clara vocación de mirador.
Una pequeña mesa incluida en la estructura, un pasamanos continuo, un sistema simple de colgado vertical de bicicletas, unos bastidores de madera con ruedas para desplegar los sacos de dormir y una envolvente interior modulada en franjas verticales permite configurar libremente el interior para dormir, descansar, cenar, desayunar y compartir al final de la jornada de ciclismo.
Sustentabilidad
Se ha incluido un sistema de generación de electricidad por fricción de pedaleo, que acoplado a un alternador y a una batería permite proveer de electricidad a unos puntos de iluminación LED. El agua se almacena en un estanque acumulador y se transporta al punto de distribución por gravedad. Una ducha solar de 18 litros proveerá el mínimo necesario para un baño con agua caliente, recinto que también está considerado en el volumen. Las aguas grises y desechos se acumularán en otros recipientes para disponerlos en lugares adecuados.
También la sustentabilidad se aplicará en la logística a través de la organización de una red de colaboradores. Recurrir a pobladores del sector que estén habilitados como emprendedores de turismo rural o que estén dispuestos a desarrollar esa función permite disminuir el transporte y la preparación de alimentos, agua y otros elementos necesarios para la experiencia, a la vez que genera ingresos para ellos, permitiendo construir relaciones comerciales productivas para todos.
Texto: Rodrigo Cáceres y Mauricio Ramírez Molina























jueves, 6 de febrero de 2014

Biofilia Urbana



El término “biofilia” es utilizado por la Universidad de Harvard para definir el grado en que los seres humanos están conectados con la naturaleza y con otras formas de vida.
Timothy Beatley, autor del libro “Ciudades Biofílicas: Integración de la Naturaleza en el Diseño y Planificación Urbana”, aplica el término biofilia a las ciudades que presentan un diseño urbano que les permite a los habitantes desarrollar actividades y un estilo de vida que los deja aprender de la naturaleza y comprometerse con su cuidado. Asimismo, las instituciones locales de las ciudades biofilicas destinan parte del presupuesto de los gobiernos locales para cumplir este compromiso.
Para Beatley, el diseño biofílico ha aumentado en los últimos años de forma particular en los edificios que buscan integrar características naturales, como luz, ventilación y vegetación; sin embargo, la gran mayoría de los centros urbanos no han canalizado sus esfuerzos en desarrollar esta tendencia.

7 Características biofílicas:

1. Abundante naturaleza en las proximidades de las ciudades con un gran número de habitantes
Para cumplir con esta característica, las ciudades biofílicas tienen programas públicos de infraestructura de áreas verdes que les permiten destinar un porcentaje de su presupuesto para financiar estos proyectos. Teniendo esto en cuenta, Nueva York califica como una ciudad biofílica, ya que cuenta con el programa PlaNYC, el que busca que en 2030 cada habitante de la ciudad tenga un espacio público verde a 10 minutos caminando. Seattle también clasifica como una ciudad biofílica, porque tiene el plan Seattle P-Patch, el que apunta a construir un huerto urbano comunitario por cada 2.500 habitantes.

2. Afinidad entre ciudadanos y flora y fauna nativa
Beatley considera el clima, la flora y la la fauna como características que definen el hogar urbano. Por esto, considera fundamental que las autoridades municipales eduquen, estimulen e incentiven a los habitantes a conocer las especies locales y nativas de flora y fauna, para que las comunidades valoren sus beneficios ambientales y busquen preservarlos.
En Wellington, Nueva Zelanda, esta práctica ya es una realidad gracias al trabajo de más de sesenta grupos comunitarios y voluntarios de conservación que en los últimos dos años han realizado 28.000 horas de servicio en 4.000 hectáreas de reservas naturales. En el caso de Oslo, Noruega, más del 81% de los habitantes visitó en 2012 los bosques que rodean la ciudad, lo que demuestra el aprecio que sienten los residentes por el paisaje natural.

3. Oportunidades para estar al aire libre y disfrutar de la naturaleza
La urbanización desemboca en la falta de áreas verdes y en la apreciación de los terrenos baldíos como un verdadero premio. Para no crear la sensación de que faltan espacios verdes, se pueden conectar los parques urbanos existentes a través de senderos que facilitan el ingreso a estas áreas por parte de los habitantes urbanos. De esta forma, las ciudades biofílicas ofrecen varias opciones para estar al aire libre y realizar paseos.
Singapur ya ha conectado sus parques, integrando 200 kilómetros de senderos mediante pasarelas elevadas que permiten que habitantes de distintos puntos de la ciudad ingresen a los parques. Por su parte, Anchorage, Alaska, tiene 1,6 km de senderos naturales cada 1.000 habitantes. Éstos son multiusos y entregan la posibilidad de utilizarlos durante todo el año, ya sea para realizar excursiones o esquiar.








4. Ambientes multisensoriales
La integración de espacios naturales y corredores ecológicos en la trama urbana puede ayudar a crear las condiciones necesarias para nuevos espacios multisensoriales, en donde los sonidos naturales son tan apreciados como la experiencia visual de recorrer un parque. Un ejemplo de espacios multisensoriales es un proyecto noruego que busca iluminar ocho ríos de Oslo. Ésto será parte de Akersleva, un corredor que permitiría que los ciudadanos del centro de la ciudad se trasladen hasta los parques cercanos pasando por pasillos con 14 zonas de silencio.

5. Las ciudades biofílicas le otorgan un papel importante a la educación de la naturaleza en terreno
La educación sobre la naturaleza puede fomentar la adopción de una vida sostenible por parte de la población. Las ciudades biofílicas le dan importancia a la educación en terreno, porque entrega la posibilidad de unirse con otras personas para conectarse con la naturaleza, ya sea a través de caminatas guiadas, campamentos o voluntariado para restaurar zonas naturales.
En Limerick, Irlanda, varios grupos ambientalistas están trabajando con el municipio para educar a la población sobre la biodiversidad y las especies salvajes autóctonas. Urban Tree Project y Limerick City Biodiversity Network son dos nuevas agrupaciones que han involucrado a la población local con la naturaleza, ofreciéndoles caminatas guiadas, conferencias y recursos on -line para conocer la importancia de la biodiversidad.

. Inversión en infraestructura social que ayude a la población urbana a comprender la naturaleza
La inversión en esta materia es un excelente indicador de una ciudad biofílica. Según Beatley, las ciudades de este tipo invierten un 5% de su presupuesto dedicado a biodiversidad y al menos ponen en funcionamiento un proyecto biofílico cada año. Con esto, se pueden construir centros de vida silvestre y museos de historia natural, se pueden financiar iniciativas escolares y programas de recreación, entre otros.
En Portland, Oregon, este porcentaje de presupuesto se ha superado notoriamente y se han hecho grandes inversiones en infraestructura social y “verde”, ya que cuentan con los parques urbanos con mayor superficie per cápita de Estados Unidos. Por su parte, N’Parks de Singapur, tiene un programa de incentivos titulado Skyrise Verde, el que financia hasta un 75% de los proyectos para huertos urbanos en azoteas y muros vegetales.

7. Las ciudades biofílicas toman medidas para apoyar activamente la conservación de la naturaleza
Las ciudades deben tener en cuenta su huella ecológica y los impactos negativos sobre el medioambiente que genera la población y las actividades que en ella se desarrollan. Para lograrlo, las ciudades – que se pueden denominar biofílicas – se centran en el desarrollo compacto y en la designación de espacios protegidos mediante la creación de planes de acción que protejan la biodiversidad del lugar.
En Nagoya, Japón, un 10% del suelo se sitúa a un costado de los límites urbanos para que quede en un estado no gestionado y se pueda proteger como reserva natural. En tanto, Phoenix, EE.UU., compró 17.000 hectáreas de desierto para evitar los efectos negativos de la expansión urbana de la ciudad y designar este terreno como un lugar para la conservación de la naturaleza.
También está el caso de Vitoria – Gasteiz, en el País Vasco, ciudad que está rodeadas por un cinturón verde para limitar el desarrollo de la ciudad y proteger el humedal Salburua. Como este plan ha dado buenos resultados, se esta estudiando la posibilidad de crear un anillo verde interior, para llevar áreas verdes al interior de la ciudad.
Para Beatley, los indicadores que se centran en la introducción y protección de áreas verdes naturales al interior de las ciudades, fomentan la interacción de los habitantes con la educación ambiental y restauración de los hábitats de las ciudades. Considerando que más de la mitad de la población mundial vive en centros urbanos que carecen de naturaleza, la biofilia se ha convertido en la mejor opción para las ciudades.