sábado, 21 de julio de 2012

B4FS Arquitectos, Parque Central de Mendoza




Ubicación: Provincia de  Mendoza
Comitente: Municipalidad de la Ciudad de Mendoza
Año de proyecto: 2000-2005
Año de construcción: 2003- 2006.
Superficie: 13,6 ha
Primer Premio Concurso Nacional de Anteproyectos: BECKER FERRARI FUENTES.
Proyecto Ejecutivo y supervisión de Obra: Arq. Daniel Becker – Arq. Claudio Ferrari  / Estudio B4FS
Dirección de obra: Municipalidad de Mendoza
Equipo de proyecto:
Arq. Andrés Francesconi, Arq. Luciano Gastaldo, Casaprima, Mariela; Arq. Craig, Federico; Arq. Eiroa, Pablo; Arq. Leguia, Elena; Arq. Mindan, Pedro; Arq. Moujan, Juan; Arq. Peralta, Jorge; Arq. Tazedjian, Carolina; Del Gizzo, Marcelo; Gastaldo, Jose Maria; Gonzalez, Maria Celia; Guillen Vaschetti, Lorena; Ibañez, Mariana; Marco, Gisella; Ozuna, Martin; Peirano, Juan Ignacio; Perna, Soledad; Petrosini, Luciano; Reichler, Natalia; Seligra, Maria Eugenia; Zolowski, Mariana

El Parque Central construido en la ciudad de Mendoza se destaca dentro de la tradición paisajística argentina por integrar las actividades recreativas y culturales propias de la vida urbana contemporánea, a la plasticidad de un lenguaje arquitectónico moderno, que además incorpora la historia del ferrocarril e imágenes de la memoria colectiva mendocina, vinculada a sus parques.
Así construye un espacio público inclusivo, dentro de la compleja relación entre la naturaleza perdida y el desarrollo de las grandes urbes que signa la modernidad. El proyecto de los arquitectos Daniel Becker y Claudio Ferrari —primer premio del Concurso Nacional de Anteproyectos en 1999—, concibe el parque como un espacio público abierto a la multiplicidad de actividades deportivas y culturales, que extienden el sentido de recreación y contemplación de la naturaleza y al encuentro social que ofrece la vida ciudadana.

Para los autores fue primordial lograr la integración de distintas lógicas: la de la movilidad, el descanso y la contemplación junto con la lógica del intercambio en la cultura contemporánea. Así se genera un recorrido de diversos lugares con una fuerte dirección lineal, que toma la geometría ferroviaria del sitio donde se implanta y permite una suerte de mise en scène de la vida pública, concentrada en el anfiteatro natural —destacado por el jurado como uno de sus aciertos— y la explanada del reloj, donde se realizan exposiciones, talleres recreativos, cine, danza y fiestas conmemorativas al aire libre.

En este sentido, dos escalas resuelven la relación entre la trama urbana y la conformación de su espacio interior. La escala general forma un polígono que lo diferencia del barrio, y los puentes peatonales sobre la Avenida Mitre lo integran a los galpones del ex Ferrocarril —que serán reciclados— y a la Plaza Independencia, ubicada en el centro urbano. Así, una cinta aeróbica, que incluye un paseo peatonal y de bicicletas, bordea las calles vehiculares bajo la sombra circundante de un bosque de tipas que produce el pasaje de la escala residencial a las formas plásticas del paisaje interior. Este bosque ofrece a la ciudad un juego de fondo y figura vegetal, vinculado a las imágenes tradicional les de Mendoza; así, sobre el follaje persistente se destaca la variación estética de colores y texturas dadas por el cambio estacional de las especies.
Entonces, los verdes del verano dan paso al rojo intenso de los liquidambar otoñales; y de los marrones grisáceos del invierno, que muestra la corteza de los plátanos, se vuelve al claroscuro de los álamos blancos en el movimiento del viento cordillerano.

Noción del tiempo.
Dentro del parque las formas se desplazan hacia una concepción moderna del paisaje que involucra la historia y la memoria. La rigurosa geometría longitudinal produce una secuencia de recorridos opuesta al pintoresquismo, y genera un lenguaje abstracto, donde el silencio de la forma disemina el sentido en la presencia evocativa del agua.
Así, el plano constituye el elemento formal más productivo; utilizado en sentido horizontal, forma geometrías que diferencian jardines y lugares de usos cualificados, como plataformas y solados de hormigón impreso, mientras que su verticalidad define desniveles en corte, escalinatas, y construye las fugas visuales de perspectivas abiertas hacia el espejo de agua, o la cordillera.
En cambio, la materialidad produce un contrapunto al acercar la mirada y focalizar la percepción en las texturas y detalles constructivos logrados con las diferencias entre la piedra de los muros, el hormigón de los edificios, la madera y la variedad vegetal.






Así, el patio del reloj de sol inicia el paseo interior de jardines con distintas cualidades paisajísticas; como los jacarandaes, que dan el color violáceo primaveral combinado al perfume del jardín aromático, y otras figuras rectangulares continúan con los jardines de flores, acacias, plantas autóctonas y el de la Catedral, logrando un juego de contrastes y proporciones variadas, acordes a la masa aérea que tomará el parque con el desarrollo vegetativo.
En este sentido, Graciela Silvestri, arquitecta y doctora en Historia que integró el equipo de proyecto como asesora en teoría, destaca el trabajo sobre la diferencia: -No quisimos imitar, sino reformular esta diversidad de valores en formas que se lean claramente, que se usen libremente, que se disfruten variadamente… la variedad implica convivencia armónica de motivos diversos, así como espacio público implica reunión de seres humanos distintos en un mismo espacio-.
Desde esta mirada, la multiplicidad de situaciones incluye una nueva concepción de la historia constitutiva del presente. El reloj de sol señala cierto sentido de la temporalidad, como ocurría con el transcurrir de los trenes en la vida urbana; pero el ferrocarril se incorpora de modo constitutivo al trazado del proyecto, al dar su sentido de movilidad y dirección longitudinal al paseo.
Un oásis.
El agua es el tema formal dominante del parque, que se elabora arquitectónicamente en dos dimensiones significativas. La fuente, incluida en el recorrido, forma una cortina de agua cuyo permanente sonido y discurrir remite al murmullo placentero de las acequias mendocinas. En cambio, el lago -que difiere respecto del jardín pintoresco por el lenguaje abstracto y por no imitar al mundo natural-, donde se refleja la casa de té, es un lugar culminante de llegada; allí convergen el declive verde del parque junto a las plataformas, bancos y decks que ofrecen lugares de estar al visitante para disfrutar un tiempo diferenciado dentro del paseo.

Allí podrá contemplar en la quietud de la mirada, cómo la memoria, involuntaria y subjetiva, encuentra un oasis dentro de la vertiginosa vida urbana.

















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